San Petersburgo (Rusia): 16 de Mayo del 2013
Diario de viaje: San Petersburgo
El barco amaneció lánguidamente amarrado en un inmenso y desierto puerto. A lo lejos se veían unas moles edificadas que uno no sabe muy bien si están a medio destruir o a medio construir, ya que entre la neblina se observaban huecos de cristales, tal vez rotos, mientras que en otros lugares se apreciaban gigantescas grúas, que con sus grandiosos tentáculos despertaban la curiosidad sobre qué es lo que hacían allí.
Esa primera impresión que archivó mi retina era la de un fotograma en blanco y negro donde uno enseguida adivina que todo lo que va a ver es inmenso, enorme….
Y así fue: kilométricas distancias, grandiosos palacios, aplastante historia que cambió el destino de todo un planeta, interminables y bellísimos museos, ríos exageradamente caudalosos y gigantescos contrastes a todos los niveles.
En San Petersburgo todo es suntuoso porque así fue una concebida por su creador Pedro I “El grande” (sobrenombre puesto con todo rigor pues medía 2.04 m) y porque así creció y se expandió cómo una ciudad adolescente mimada y regada por las más refinadas influencias arquitectónicas y artísticas donde no faltaron riquezas ni medios para convertirla en la capital de su Imperio.
Pedro I planeó construir una metrópoli a estilo y semejanza de las grandes capitales europeas que tanto admiraba. Este contradictorio y curioso rey, que en su juventud manifestó un desapego total por el poder fue, sin embargo, el que llevó a cabo la occidentalización de Rusia, la apertura del territorio al mar (en dos frentes: contra los suecos en busca de la salida al Báltico y contra el imperio Otómano en busca de la salida al Mar Negro). También fue él el impulsor de la Educación y la Universidad como pilar del Estado.
Quería modernizar Rusia y aplicó en esa nueva ciudad todos los conocimientos que había adquirido en sus viajes por Europa. Mención especial hemos de hacer con la fascinación que sentía por Holanda.
Durante los años que duró la materialización del sueño de San Petersburgo, hizo edictos en los que prohibía la construcción de otras edificaciones para que todos los materiales y arquitectos fueran empleados solo allí. Llegó a tal extremo que si uno quería entrar en la ciudad tenía que hacerlo con una piedra bajo el brazo para ayudar en la construcción. Ni que decir tiene, que durante ese proceso miles de personas perecieron a causa de las extremas condiciones de trabajo. Toda ilusión y sacrificio eran poco para el proyecto del zar.
San Petersburgo se encuentra en el delta del río Nevá, y tiene 42 islas y más de 300 puentes, 22 de ellos levadizos. El agua ocupa 10% de la superficie de la ciudad, hay 90 ríos y canales. La influencia de Amsterdam es absolutamente visible, cómo le sucede a Copenague. También hay 73 parques.
El río Nevá viene del lago Ládoga, el más grande de Europa y desemboca al mar Báltico (Golfo de Finlandia). Tiene un recorrido de apenas 73 Km. y su anchura alcanza en algunos lugares 125 m.
En invierno el río se congela y está cubierto por una capa de hielo de hasta un metro de espesor durante un período bastante largo (3 a 6 meses).
Nuestra guía del primer día se llamaba Elena. Pienso que era una rusa muy normal. Cuando, en sus explicaciones, hacía una broma sobre algo puntual, antes avisaba con voz grave y pétrea expresión: “Esto es un chiste” . Tenía un hijo de 11 años que ese día se examinaba de Piano y que además de destacar notablemente en esta materia despuntaba en Matemáticas.
Siempre me satisface y me sorprende cualquier otra percepción y enfoque del conocimiento que diverja de nuestro esquema educativo “Ciencias-Letras”: el conocimiento como unidad, tal y como era concebido en la cultura griega, y en tantas civilizaciones antiguas.
Claro, allí uno se plantea muchas cosas sobre su forma de vivir. En primer lugar, a simple vista se aprecia que en casi un siglo nadie se ha gastado un duro en la ciudad, en los transportes, vamos, se observa un abandono general. Así pues, en nuestro interior pensamos: se lo gastaban en La carrera Espacial, en Educación, en el Ejercito y en llenar los bolsillos de los dirigentes.
Bien. Al menos en estas partidas lo harían con todo primor y dedicación. Parece ser que así fue. Creo que en la Educación fueron fantásticos. Esto queda más que avalado por sus Premios Nobel, sus artistas, y sus científicos que eran objeto de sustanciosas ofertas de trabajo fuera de la URSS gracias a su perfecta preparación.
Yo, pues, de alguna manera en la España del post-franquismo vivía y soñaba con que otro mundo era posible porque había lugares en la tierra donde esos ideales se habían materializado. Sitios donde se había hecho realidad y ese territorio era, sobre todo, la Unión Soviética. Allí nadie era más que nadie, todos tenían acceso a los “verdaderos” bienes porque la nefasta propiedad privada no existía.
De esta manera, la curiosidad y el impacto que me causó San Petersburgo (que volvió a su nombre original después de llamarse Petrogrado y Leningrado) es casi como un enigma sin resolver. Tal vez porque no tiene respuesta. Tal vez porque la única respuesta es la Naturaleza humana.
Tenía miles de preguntas en el tintero. Hubiera querido hablar sentada en la mesa de esta mujer, Elena, fuera de protocolos y ver su vajilla, lo que ponen en los platos, sus diálogos, sus sueños, sus propias interpretaciones de la historia, como fueron sus padres, que les pasó a sus abuelos.
Hemos de ser conscientes que fue aquí donde estalló una Revolución que marcó nuestras vidas y las de muchas generaciones venideras. La dicotomía Izquierda- Derecha nació aquí. El esquema político ideológico que se usa como moneda única en el mundo hoy en día salió de la revolución Bolchevique. Y sigue estando pero que muy vigente. El tiempo se ha encargado de demostrar que ese esquema está obsoleto porque el proyecto fue un auténtico fracaso en los países donde se llevó a cabo. Sin embargo el boceto Izquierda-Derecha sigue vivo.
Elena nos llevó a conocer los puentes sobre el Nevá, serpenteando entre el caótico tráfico ruso y gracias a nuestro hábil conductor, que hacía maniobras tan arriesgadas como si llevara entre manos una moto: aquí me meto y ahí se metía.
Primero nos llevó a visitar la Fortaleza de Pedro y Pablo. Imponente y mastodóntica estaba en obras como casi toda la ciudad y se halla situada justo enfrente del Palacio de Invierno, separada por el Nevá. Cuando uno la vé desde enfrente, comprende que es una perfecta fortaleza porque resulta amenazante. Más que para defender a la ciudad de posibles invasores, esta fortaleza se usó sobre todo como cárcel.
De allí es de donde partían los prisioneros para ser ejecutados o ser enviados al exilio. Se puede acceder al embarcadero gratis y si paseamos por el lateral podemos tener una bonita panorámica del Ermitage.
En su interior está la Catedral y una pequeña capillita llamada de Santa Catalina donde están enterrados el Zar Nicolas II, su mujer y sus hijos. También yacen allí casi todos los demás miembros de la familia Romanov: Pedro I, Catalina II, su hijo Pablo, el gran Alejandro II. Este lugar sí que no es grandioso. Están muy cerquita los unos de los otros. No es el único detalle que pone de manifiesto la fina mala uva, las crueldades y desequilibrios mentales que caracterizan muchas monarquías. De hecho, Elena nos ilustra que la forma y el lugar que ocupan las tumbas nunca es casual.
Hay en la sociedad rusa una mezcla de sentimientos con el esplendoroso pasado de los zares. Unas percepciones tan en contrapuestas como las que hay entre los destartalados y oxidados edificios de la ciudad y la embriagadora belleza que te inunda al atravesar las puertas de sus palacios. Pasar de una pátina gris y húmeda de rotos adoquines a la maravilla de un pavo real construido en oro con el más exquisito mecanismo de relojería. Todo ello en los 5 minutos que te cuesta entrar en el Palacio de Invierno.
Nicolás II fue el último zar de Rusia y su muerte siempre estuvo rodeada de oscurantismo. El sistema ya hacía aguas por una serie de condiciones que sentaron las bases del triunfo revolucionario.
Las décadas de incompetencia zarista ya habían hecho estragos en Rusia; la Primera Guerra Mundial la destrozó completamente. En 1917, la escasez de comida y la inflación de la época de guerra devoraba los ingresos de los trabajadores de la ciudad (200.000 de ellos salieron a las calles de Petrogrado en febrero para protestar). Una milicia hambrienta y helada ofrecía una resistencia dudosa. Cuando las huelgas y los disturbios llenaron la ciudad, Nicolás abdicó y finalizó así la dinastía Romanov de tres siglos de antigüedad.
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Contexto Económico-Social de esa época:
- —El zar con todo el poder político.
- —Una élite de terratenientes con todas sus tierras que explotaban a los campesinos.
- —Una burguesía industrial sumamente débil.
- —Pocos obreros y no agremiados.
- —Algunos campesinos ricos, con algo de tierras, los kulaks.
- —Muchos soldados muy descontentos y sin trabajo.
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Los más perjudicados eran:
- —Los campesinos expoliados.
- —Los soldados sin trabajo.
- —Los obreros con sueldos de miseria.
Tras Nicolás II se instauró un Gobierno Provisional cuyo presidente era Kerenski, que fue el que hubo de enfrentarse al levantamiento. Aquí es magnífico trasladarse en el tiempo, al crucero Aurora a comienzos del siglo XX. Un disparo de fogueo de sus cañones de proa señaló el comienzo del asalto final al Palacio de Invierno y causó el abandono de parte de los defensores, atemorizados por la tremenda detonación. Más tarde participó en el bombardeo del palacio, que apenas causó desperfectos en el edificio.
Hacia las 2:00 a.m., los atacantes bolcheviques encontraron finalmente la sala donde se encontraba reunido el gabinete, que ordenó a los cadetes que la defendían que no ofreciesen resistencia para evitar el derramamiento de sangre. Nosotros estuvimos en esa habitación, cuyo mobiliario es de madera blanca: mesa y sillas donde estaban sentados hombres responsables que sabían que la historia iba a cambiar, aunque no alcanzasen, quizá, a comprender cuánto. Hay un reloj que paró su minutero y así permanece desde 1917.
Hoy en día el Palacio de Invierno es una borrachera de belleza y lujo donde en cada lugar que pongas los ojos hay una obra de arte. Nada más entrar sus escaleras de mármol blanco forradas de rojo te enmudecen para no poder pronunciar nada porque faltan las palabras. En realidad, el Palacio de Invierno es uno de los seis edificios que conforman el inmenso, y famosísimo Museo del Hermitge. El resto del complejo arquitectónico lo forman cinco edificios, entre los que se encuentran el Palacio Menshikov, el Edificio del Estado Mayor y un recinto para almacenamiento abierto. El museo se formó con la colección privada que fueron adquiriendo los zares durante varios siglos, y no fue hasta el año 1917 cuando fue declarado Museo Estatal.
Su colección, formada por más de tres millones de piezas, abarca desde antigüedades romanas y griegas, a cuadros y esculturas de la Europea Occidental, arte oriental, piezas arqueológicas, arte ruso, joyas o armas. Su pinacoteca está considerada una de las más completas del mundo.
Tiene obras escultóricas (piezas bellísimas de Rodin y Miguel Ángel) , ornamentales, pinturas de todas las corrientes y estilos a través del tiempo: mucho arte holandés, en especial Rembrandt, siglo de Oro español, cubismo y una completísima colección de prácticamente todos los impresionistas. Los paisajes de Moner y Sisley que revelan el proceso de afianzamiento del impresionismo, el encanto de las imágenes femeninas de Renoir, el halo intelectual de las obras de Cezanne, la expresividad de Van Gogh, la serenidad de los paisajes de Oceanía de Gauguin, la armonía cromática de las numerosas obras de Matisse y de las más de 30 obras de Picasso. También observamos en todo el Hermitage una especial predilección por el género del retrato.
Dicen que con que solo nos detuviéramos un minuto en cada pieza tardaríamos 10 años ininterrumpidos en verlo. El Hermitage de San Petersburgo es el museo más extenso, el más grande y está dentro de los Top-Ten. Pero dentro de los diez mejores museos mundiales, es nuestro Museo del Prado el que además de ser la mayor pinacoteca del mundo, se define como “la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado”. Es la densidad de genialidad lo que le caracteriza, algo parecido a lo que pasa con la Galería Uffizi en Florencia.
De todas formas, hay quien asegura que uno no debe estar en estos lugares más de 3 horas seguidas si no quiere sufrir el Síndrome de Stendhal.
Así pues regresamos poquito a poco entre los pitidos de los coches, hacia la frontera ubicada en el puerto, donde las serias funcionarias rusas, muy concentradas, llevan sus ojos del pasaporte a tu careto con la misma frialdad con que miran el cielo nublado y entre los destellos de sus pendientes de oro ¿Les prohibirán llevar bisutería o pendientes hippies?
Pero si todo lo visto merece la pena, esa noche es excepcionalmente ilusionante: Vamos a hacer una salida para ver el Ballet ruso y luego cenar en la noche de San Petersburgo. Desde antes de salir de España andaba intrigada con la obra que nos tocaría en suerte. Y no pudo ser mejor: Sí, ”El Lago de los Cisnes” de Piotr Ilich Tchaikovski.
El teatro es magnífico y precioso, con lámparas de araña exquisitas, el ballet joven y experimentado, la orquesta, situada a un nivel un poco más abajo del escenario, es genial…. La compañía de Manuel, igual que la noche, es perfecta. Fui muy feliz.
Los acordes de las melodías, mil veces oídos, cobran un vigor excepcional cuando salen de los instrumentos que tocan potentes en directo. Mientras, los cuerpos vuelan y transmiten tanto amor, tanto engaño, tanta armonía que una se siente agradecida y pequeña con semejante belleza.
La cena fue punto y aparte.
Nos llevaron a uno de esos grandiosos edificios que abundan en la ciudad. Por fuera solo intuyes que sus techos han de ser muy altos. En la calle, ningún rótulo hace presagiar que dentro pueda haber actividad comercial alguna. Pero esto es Rusia.
Subimos un piso de suntuosas escaleras. Lo primero que vimos, junto a las espléndidas columnas fue un cartel de considerables dimensiones con fotos actuales y en color de hombres importantes con sus correspondientes nombres en cirílico. (¿Pro-hombres de la patria? ¿Ilustres empresarios? ¿Dirigentes del Partido? ¿Científicos gloriosos?…. Una incógnita más). La decoración y la música de fondo, espléndidas. La comida, mediocre. Pero lo mejor estaba por ver.
En el enorme patio interior, entre la penumbra nocturna atisbamos un muy considerable y verdadero satélite espacial. Habéis leído bien.
Henos aquí con nuestros trajes de gala y nuestra cara de estupor pegando las narices y nuestras manos al cristal que daba a una terraza interior, con el propósito de cerciorarnos que no era una alucinación colectiva.
Efectivamente, allí estaba en su cueva, como un monstruo dormido en la noche, un pedazo de satélite espacial con sus alerones semiabiertos, de esos que uno solo ha visto en los documentales de TV y rodeado de multitud de ordenadores, cables y mesas de trabajo. Como un titánico animal conectado por vasos circulatorios con animalillos otros invertebrados. Impactante.
Salimos del edificio así de perplejos para bajar de nuevo a las calles grises y luego perdernos en las preciosas luces de San Petersburgo, que de noche brillan bajo los puentes del Nevá.
El día siguiente amaneció con el cielo encapotado. Teníamos previsto visitar los palacios de Verano de los Zares, que se encuentran en Peterhof, a unos 30 Km. de distancia. El tiempo que se tarda ya es harina de otro costal pues cuando lo preguntas siempre responden: “Depende del tráfico”. (En realidad deberían responder que depende de las inclinaciones suicidas del conductor). Este día nuestra guía también se llama Elena y también es una rusa muy normal. Eso pienso yo….
Recorremos avenidas y avenidas de arquitectura Constructivista. Bloques y bloques iguales, sin ningún detalle ornamental, que en su tiempo debieron causar una impresión de igualdad y solidez pero que hoy solo transmiten decadencia, abandono y tristeza porque hay multitud de ventanas rotas y los propios edificios en su falsa robustez parecen deshacerse a chorretones, esos que manchan de arriba abajo todas las paredes con oxido y humedad.
Pasan ante nuestros ojos impregnando la ciudad de una pátina homogénea y triste. No se ven tiendas, ni peluquerías, ni colores.
El día tampoco acompaña porque ha empezado a llover. Justamente ahora pasamos por una gran escultura dedicada a Lenin, que ahora denominan frívolamente “Lenin parando un taxi” pues tiene su gran mano adelantada hacia la avenida. Esta ciudad se llamó Leningrado mucho tiempo: bajo este nombre sufrió por parte de los alemanes un asedio tan duro como salió de fortalecida su invulnerabilidad. Es bueno que algo quede en su honor, pues con sus luces y sombras, este hombre marcó un antes y un después en la Historia con mayúsculas.
Como gaviotas que planean sobre una playa abandonada vienen a mi mente los libros que leí de él: “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, “El Estado y la Revolución” y el que mejor recordaba: “¿Qué hacer?” . Porque si Marx y Engels diseccionaron con tanta precisión el funcionamiento y los engranajes del capitalismo solo este hombre estaba en el sitio adecuado, en el momento adecuado para saber con toda la lucidez de un político (en el buen sentido) que es lo que había que hacer. Esa era la cuestión.
Vladímir Ilich Lenin pasó por dos tragedias en su juventud: en 1886 su padre murió de una hemorragia cerebral. Al año siguiente, en mayo de 1887, su hermano mayor, Aleksandr Uliánov, fue detenido y fusilado tras intentar asesinar al Zar.
Su profesor Fiodor Kérenski (por cierto, padre del que luego fuera Primer Ministro del Gobierno Provisional, ese efímero gobierno tras los zares derrocado precisamente por los bolcheviques de Lenin) escribió que «la ejecución de un hermano como Aleksandr Uliánov hubiera tenido necesariamente un efecto demoledor y destructivo sobre cualquier mente normal». También escribió sobre él:
- —«Muy dotado, siempre limpio y estudioso, primero en todas las materias, cierta tendencia a aislarse y a la reserva»—. Fiódor Kérenski (1890).
Lo cierto es que ninguna revolución, incluida la francesa, trajo las consecuencias de la Revolución de Octubre de 1917.
El proceso revolucionario que se inicia en el Imperio zarista en 1905 y culmina en octubre de 1917 constituye uno de los fenómenos más importantes del siglo XX.
La transformación fue grandiosa. Un Imperio mastodóntico, gobernado por un autócrata, se transformó en república federal socialista; una sociedad de campesinos empobrecidos se elevó a la condición de gran potencia industrial.
Al representar la primera experiencia de revolución social se convirtió en el modelo de todos los revolucionarios de la centuria: China, Cuba, bastantes países europeos y africanos intentarían reproducir los pasos de los soviets rusos. Miles de libros y varias generaciones de historiadores, politólogos, economistas, sociólogos, ensayistas se han ocupado del gran acontecimiento. Aquí van unas palabras de John Reed que son como una fotografía:
LOS DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO: El periodista norteamericano John Reed fue testigo de la revolución. Así describió el primer discurso de Lenin luego del triunfo: "Eran exactamente las 8.40 del 26 de octubre cuando una atronadora ola de aplausos anunció la entrada de Lenin.[...] Estaba de pie, agarrado a los bordes de la tribuna, recorriendo con los ojos entornados la masa de los delegados y esperaba, sin reparar en la creciente ovación que duró varios minutos. Cuando ésta cesó, dijo breve y simplemente: 'Ha llegado el momento de emprender la construcción del socialismo'. Nuevo estallido atronador de la tempestad humana,’ lo primero que debemos hacer es adoptar medidas prácticas para realizar la paz. Debemos ofrecer la paz a los pueblos de todos los países beligerantes en las condiciones soviéticas, sin anexiones, sin contribuciones. [...] La Revolución de Octubre inicia la era de la Revolución Socialista. El movimiento obrero, en nombre de la paz y el socialismo alcanzará la victoria y cumplirá su misión.'[...] Un impulso inesperado y espontáneo nos levantó a todos y nuestra unanimidad se tradujo en los acordes armoniosos y emocionantes de La Internacional. Un soldado viejo y canoso lloraba como un niño. El potente himno inundó la sala, atravesó ventanas y puertas y voló al cielo sereno".
Hoy, que la construcción de una sociedad distinta ha terminado en mucha herrumbre y pocos millonarios, lanzo también al cielo sereno la existencia de ideales como la honestidad y la renovación interior, porque sin ideales que vuelen, el ser humano se pierde.
La desintegración de la URSS y del modelo económico y social vino de manos del gobierno de Mijaíl Gorbachov”) con las reformas que serían conocidas como Perestroika (literalmente, “reestructuración”) en 1987.
Sus objetivos eran:
- —la descentralización de la economía.
- —la lucha contra la corrupción y contra el absentismo laboral.
- —la modernización de la Industria.
- —la liberalización de las empresas permitiéndoles tomar sus propias decisiones.
- —Entrada de capital extranjero.
- —la introducción de un nuevo sistema bancario.
- —la liberalización de precios y salarios.
Todo ello produjo una polarización de ingresos per cápita de forma vertiginosa. La Glásnot fue el complemento político de la Perestroika. Sus medidas iban encaminadas a la “libertad de expresión capitalista, a la transparencia política y a la reducción del alcoholismo (aspecto este de gran transcendencia y en donde hubo un indiscutible triunfo pues se redujo el consumo un 36%)
Me pregunto qué conclusiones ha sacado la gente después de esta etapa. Me encantaría, como antes dije, sentarme a la mesa de una familia y charlar hasta el amanecer. ¿Qué piensa nuestra guía?
A estas alturas camina bajo la tormenta con unas manoletinas de lona y unos pantaloncillos de raso con una rampante naturalidad por entre los senderos de los jardines versallescos de Peterhof. Nos muestra fuentes con mecanismos para jugar, tableros gigantes de ajedrez, cosas de cuento, brillos de ámbar únicos en el mundo.
Fue Pedro el Grande quien ordenó construir Peterhof, aunque con los años los zares que lo sucedieron fueron ampliándolo. Lo más bonito de todo el recinto es la gran cascada que también fue construida durante el mandato de Pedro el Grande. Esta gran fuente fue construida inspirándose en la que el rey Luis XIV tenía en su palacio estival de Marly y destacan los innumerables chorros de agua, las estatuas doradas y la cascada que desemboca en la avenida del agua.
Peterhof fue residencia real hasta 1917, cuando se abrió al público. Durante la Segunda Guerra Mundial quedó muy maltrecha, curiosamente por culpa de Stalin, que prefirió dinamitar Peterhof para impedir que Hitler pudiera celebrar allí una fiesta. De hecho, la idea original de Hitler era celebrar la ocupación de San Petersburgo en el Hotel Astória, pero nunca llegó a ocupar la ciudad. Aun así, si se hubiera dado el caso, Stalin la tenía toda repleta de dinamita porque antes prefería volar Leningrado (con todos sus habitantes dentro) que verla en manos de su antiguo “aliado”. Estaban todos locos….
Tan locos como nuestra Elena, que cuando Manuel le preguntó sobre el índice de suicidios en el país le respondió con la evasiva más absurda imaginable: la diferencia de grados centígrados entre el verano y el invierno. Rusia en estado puro.
Para dar respuesta a tanta incógnita, para disfrutar de tus puentes levadizos con sus luces reverberando en la noche e ir de nuevo a ver tus mejores bailarines, volveremos, San Petersburgo.
Carmela